Capítulo 33. Demasiada tranquilidad 1


Fueron tres días intensos donde el calor, la diversión y la curiosidad gobernaron mis sensaciones, porque a pesar de lo que decían de mí y de mi frikismo, era la primera vez que iba a un evento de ese tipo. Fuimos tres amigos a las Jornadas Level Ub en la preciosa Úbeda, que sólo pudimos conocer de noche ya que pasamos los días presentando los que fueron nuestros tres primeros juegos de mesa, nuestros tres primeros prototipos… nunca olvidaré sus nombres… Bom Bar Dum!, La Gran Yincana y Jagermeister… y por supuesto tampoco olvidaré a mis amigos con los que formé el grupo creativo Tusitala… parece que ya estamos todos… alguna noche de estas, ante las íntimas llamas de una hoguera, te contaré el resto de la historia… ellos lo hubieran preferido así… bueno… gracias por escucharme Malik, como acabas de comprobar, cuando estoy nervioso me pongo a hablar sin parar y… que haya actividad en la Ciudad te aseguro que me ha puesto muy nervioso…

Y el Contador de Historias se guarda las fotos que le ha enseñado mientras hablaban.

  • demasiada tranquilidad 2

Toda la población del Núcleo se ha reunido en la biblioteca a la espera de las novedades que ha traído la expedición a la Granja. Sus cuatro participantes y el resto de miembros del Consejo están en el mismo espacio en donde hace dos noches Marta se había transformado en el Contador. Tienen la cara constreñida por la preocupación, casi habían olvidado su significado porque hacía ya un tiempo que una cierta tranquilidad se había apoderado del asentamiento.

Al contrario de lo que se pudiera pensar ante esta escena, el día de hoy ha sido una jornada de alegría en el Núcleo. Los expedicionarios han llegado de madrugada y sin despertar a nadie salvo al encargado de la guardia nocturna (con su pertinente bronca) y a Josep, se han echado a dormir tras curar el brazo herido de Paco y recoger los útiles recuperados en su viaje.

La mañana ha tenido como despertador a Clara y sobre todo a Omar, que han mostrado sin ningún remilgo un entusiasmo exagerado aunque sincero ante el regreso de sus mayores. Los durmientes más nerviosos se han asustado mientras que el resto tan sólo abría los ojos con curiosidad. El estruendoso despertar ha dado el pistoletazo de salida a un día de reencuentros y muchas reuniones y el desayuno ha servido para que los expedicionarios reciban el cariño del Núcleo en forma de abrazos aliviados ante su vuelta, y para que Paco reciba atenciones de héroe por haber salvado al grupo, aunque el Contador todavía se reserve algunas dudas sobre si fue o no la mejor opción.

Hasta la hora de comer, como cualquiera en el Núcleo que haya vuelto de un viaje, Malik, la Amazona, el Contador y Paco, tienen tiempo libre. Los tres primeros lo aprovechan para dormir o leer, pero el último tiene otras inquietudes y aficiones, y apartado del resto en el patio exterior del Núcleo con su botella secreta de licor, calma el miedo que aún le asalta por lo ocurrido en la Granja, y con voz rota y profunda se dice a sí mismo:

Demasiada tranquilidad… vivimos con demasiada tranquilidad…

Tras la comida los cuatro expedicionarios han dado cuenta de sus peripecias ante el Consejo, no se han guardado ningún hecho ni ningún detalle, una de las reglas para la supervivencia del Núcleo es la sinceridad completa (e imposible, por supuesto), aunque el Contador cumpliendo su promesa, ha omitido el signo dibujado por Malik. Cuando han nombrado a la Ciudad el ambiente se ha enrarecido y la urgencia y cierta ansiedad se han apoderado del habitáculo donde estaban reunidos. Entre todos han resuelto que no pueden ocultar una amenaza tan real como esa y organizan la reunión con todos los habitantes del Núcleo.

Ante la inminencia de la hora elegida para el encuentro el Contador de Historias ha avisado de que se va a ausentar para leer los papeles que recuperó del cadáver de Mariano, y antes de entrar en la biblioteca y rememorar buenos tiempos con Malik, ha informado al resto de miembros del Consejo de sus descubrimientos sobre la Ciudad. Ahora los habitantes del Núcleo esperan las palabras del Consejo con preocupación, esa palabra de la que habían olvidado su significado.

Ya lo decía Paco, precisamente el único que todavía no ha llegado:

Demasiada tranquilidad… vivimos con demasiada tranquilidad…


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