
Fueron muy felices durante mucho tiempo, primero los dos solos y después, cuando Verónica llegó… así se llamaba su hija… los tres juntos fueron la envidia de todos los vecinos. No había familia en el edificio y puede que en el barrio, que se quisiese más… y eso que en mi casa hemos tenido una vida fantástica… quizás fue porque tuvieron a la criatura un poco tarde, si no recuerdo mal, él debía de tener cerca de cuarenta años y ella ya había superado la treintena. Siempre sospeché que tuvieron problemas para quedarse embarazados aunque nunca pareció pasarles factura y por eso, cuando Verónica nació y los doctores se percataron de su pequeña deficiencia, no les importó un ápice… al menos eso creo yo que pasó… pero una hija siempre trae cambios y este caso no fue una excepción.
Su madre había empezado tarde a estudiar enfermería, cuando la supuesta transición generalizó los estudios universitarios, y al principio de los ochenta, al quedarse preñada en tercero de carrera tuvo que tomar una decisión, si dejarlos o tratar de continuarlos con una hija y algunas horas en la mercería. Aún recuerdo cuando me comentaba sus dudas en este mismo rellano antes de ir a clase con la tripa hinchada de ocho meses, cómo me explicaba que disfrutaba como una enana en enfermería y qué quería intentar hacerlo todo. Pero creo que cómo Verónica nació con esa pequeña falta de chispa, su madre cambió de planes, eso sí, lo único que tuve claro es que su entregado marido le apoyó en todas sus decisiones…
Eran los dos muy buenas personas y así educaron a su hija. Verónica, desde pequeñita fue buena, amable y simpática, en el barrio todos la conocíamos. Siempre jugando en la plaza donde la mercería o haciendo los deberes en la esquina más luminosa de la tienda, sobre una mesa que su padre le había hecho a mano. Pero cuanto más crecía, más se notaban sus diferencias con los chicos de su generación y con once años la cambiaron a un centro especializado, ya que muchos de sus compañeros de clase habían transformado su curiosidad infantil en crueldad inconsciente preadolescente y Verónica había empezado a pasarlo mal en el colegio. Y aunque sus padres se sacrificaron para pagar la institución donde la inscribieron, tuvieron claro que merecía la pena al verla volver del nuevo colegio con una sonrisa perenne… luego llegaron las ayudas a la dependencia y todo volvió a ser más sencillo. Pasaron años en esa situación, muchos años, los suficientes como para olvidarse de que la vida puede torcerse sin previo aviso… al igual que me pasó a mí con mi querido Paco a quién el altísimo decidió llevarse antes de tiempo en un accidente de tráfico… ¡Cómo le echo de menos!
Pero bueno, como decía, todo les iba perfectamente hasta que a mediados de los noventa un cáncer de pulmón atacó a la madre de verónica. Nunca había fumado pero siempre había vivido rodeada del humo de otros, sus padres, sus hermanos, su abuelo y su marido le daban al vicio como si no hubiera mañana. Lucharon juntos contra el cáncer con el buen humor y la entereza que les caracterizaba en el barrio, pero eran los noventa y la enfermedad estaba avanzada cuando se la diagnosticaron y en enero del 2000, la madre de Verónica se murió. Aun así esos cinco años que sobrevivió al cáncer supusieron una verdadera sorpresa para sus médicos, yo siempre pensé que fue gracias a su hija que la acompañó en todo momento, la quería y la besaba con un amor indescriptible y, aun es más, cuando por culpa de la medicación, a su madre se le cayó el pelo, Verónica llegó una tarde a la mercería completamente rapada. Yo estaba ahí en ese momento comprando unas medias y pude ver cómo sus padres rompieron a llorar de emoción, era verdadera emoción y se abrazaron con tanto amor que hasta les tuve envidia, pero ese gesto tan bonito, se puede decir, que fue el responsable de la desgracia que habéis venido a cubrir… ese primo suyo… él fue quien rapó a Verónica y con ello forjaron una relación muy profunda donde en un principio todo fue bondad, pero que con el paso de los años y con la evolución de su primo… que pasa droga en la plaza aunque lo niegue… se transformó en el peor apoyo que Verónica pudo encontrar.
Como os he dicho, en enero del 2000 se murió su madre, algo que aunque sabía que iba a pasar, afectó sobremanera al padre de Verónica. En el entierro parecía un triste fantasma, le pude ver ya que me invitaron al haber sido amigos durante tanto tiempo… pero también pude ver a ese primo suyo… parecía consolarla en la misa, la acariciaba y le mesaba el pelo, pero cuando ella no atendía, se burlaba… nunca me gustó ese primo suyo.
Después de esa tragedia, el siglo XXI les continuó trayendo malas nuevas. La mercería estuvo cerrada durante meses, el padre de Verónica no tenía fuerzas para luchar contra la pérdida y el sentimiento de culpa. Tenía claro que su adicción al tabaco había sido la responsable de la muerte de su amada, lo que suponía que él era el responsable de su muerte y a pesar de los esfuerzos de su hija y de él mismo, cabalgó sus últimos años sobre la tierra en una depresión fluctuante, con cortas temporadas buenas y largos períodos de tristeza extrema. Ya casi no hablaba y no podía atender bien la tienda, con lo que su hija tuvo que responsabilizarse y comenzó a trabajar a diario en la mercería mientras su padre se encargaba del almacén. Algunas veces, cuando me pasaba a saludar o a comprarles algo, podía escucharle llorar entre las cajas de fajas… fue demoledor ver el cambio que se dio en aquel hombre antaño vital y optimista. Estos años al menos trajeron a Verónica algo que no había tenido antes por su condición, independencia.
Se hizo responsable de la tienda, atendía el mostrador y con ayuda de ese primo suyo, cuadraba las cuentas… eso sí, yo siempre creí que él lo aprovechó para limpiar dinero de la droga, ¿así lo decís en la tele, no?… esa situación duró unos años, los de las vacas gordas, pero llegó la crisis y sus problemas se aceleraron. Compraron preferentes, invirtieron en sellos y perdieron el dinero que trataban de aumentar, la tienda cada vez iba peor y en el último año de vida del padre de Verónica, tuvieron dificultades para terminar de pagar las hipotecas. No les quedaba mucho para amortizarlas y poseer los inmuebles en pleno derecho, pero no llegaban a las cuotas y un día, en un punto muy profundo de su depresión, el padre de Verónica tomó una decisión extrema, el suicidio.
Yo le vi ese día por la mañana y hablé con él, estaba apesadumbrado, olía mal y llevaba una barba descuidada llena de canas, en muy pocos años había envejecido muchísimo. Me contó que esa misma tarde iba a pasarse dos responsables del banco a tasar de nuevo la mercería ya que si en un mes no abonaban el adeudo, pasaría a engrosar su funesto catálogo, después se marchó sin despedirse.
El resto lo cubristeis los periodistas… espero que hayáis investigado… ¿ah, qué no?… pues fue el caso de FJ… por lo que leí y por lo que dijeron en el barrio, los tasadores llegaron a las cuatro de la tarde, llamaron a la puerta que estaba cerrada y ahí estaba FJ, enfrente suyo, mirándoles a los ojos, tras el cristal. Su mano sostenía un cuchillo cebollero y en la pared del fondo había pintado una frase, observad de lo que sois responsables, y se rajó el cuello de un lado al otro, mostrándoles a los dos pipiolos financieros lo que se negaban a aceptar. Según dijeron las noticias, los dos se marcharon corriendo del lugar y ninguno tuvo valor para llamar a emergencias, de hecho, al final fue Verónica quien les llamó después de que uno del barrio viera a su padre agonizando. Yo también bajé cuando se montó todo el revuelo, el charco de sangre del suelo era inmenso y de una oscuridad inquietante. Su hija abrazaba el cuerpo sin dejar que nadie se acercara y los sanitarios no intervenían porque ya estaba muerto y la desesperación de la imagen era tal que hubiera sido cruel separarles. Entonces llegó la policía e intervino, sin remordimientos agarró a Verónica y la separó para siempre de su padre.
Limpiaron ese mismo día la sangre pero cuando a la mañana siguiente el banco envió a una empresa de limpieza a borrar la frase de la pared, un grupo de jóvenes vecinos les impidieron el paso y, como en realidad el inmueble todavía pertenecía a la familia de FJ, no pudieron entrar a borrar el mensaje que dejó el padre de Verónica, observad de lo que sois responsables. Durante un tiempo las fotografías con la frase corrieron como la pólvora por internet, pero en menos de dos semanas toda esa pólvora se mojó con la marea y se apagó, y pasado el mes estipulado el banco se hizo con la mercería y al fin destruyó las pruebas de su responsabilidad.
Ya os podéis imaginar cómo afectó esto a Verónica, no era capaz de comprender porque su padre la había abandonado a su suerte en un mundo que no estaba diseñado para ella… siempre dude de las razones de FJ para suicidarse, entendí su decisión pero… su decisión fue egoísta, la dejó sola y aunque yo le recuerde como lo que fue en realidad, un padre y esposo casi ejemplar, Verónica no pudo hacerlo. Pasó estos dos últimos años rabiosa y despechada, odiaba a su padre, de hecho, no acudió al funeral, ni se preocupó de todos los trámites que conlleva la muerte. De eso se ocuparon sus únicos tíos, los padres de ese primo suyo del demonio. Mientras que el hermano de su madre recorría cientos de oficinas arreglando papeles, su hijo le llevaba a Verónica cualquier formulario que requiriese su firma. Se los llevaba hasta su casa cuando se podía ya que ella llevaba enclaustrada desde el suicidio y aunque era relativamente autosuficiente, yo le tuve que preparar muchas veces comida y le ayudé a limpiar otras tantas… eso sí, por su condición, sólo podía echarle una mano cuando ella quería. Una vez traté de fregar unas cacerolas que apestaban todo el piso pero por alguna razón… no era el día correcto, o la hora idónea, o qué se yo… pero empezó a pegarme empentones hasta que me llevó a la puerta principal y me dijo que me fuera. Esto pasó varias veces pero no puedo culparla, pobrecita, con todo por lo que tuvo que pasar…
Por contra, en estos dos últimos años, siempre hubo alguien a quien nunca cerró la puerta, a ese primo suyo que, después de que se terminasen los trámites de la muerte de FJ, siguió visitándola con asiduidad. Al principio hasta me parecía bien, pero cuando comenzó a traer consigo a más amigos, cuando comenzó la música de madrugada y cuando comenzaron a gritar borrachos en miércoles, vi que no era bueno para ella. El acabose fue cuando una mañana me encontré a Verónica sola en el rellano, tirada en el suelo con la cabeza en un escorzo doloroso contra la pared, cubierta de su propio vómito y con sangre en la nariz. Tomé la resolución de actuar. La limpié en mi casa, le di comida y cama y le regalé ropa que se dejó mi hija cuando vivía conmigo y cuando le dije que le acompañaba casa, me respondió con rabia que no, que gracias pero que su casa era suya y que invitaba a quien quería. Esa misma noche o la siguiente cacé a su dichoso primo en el portal y le amenacé con llamar a los servicios sociales, no le importó… cuatro o cinco meses han pasado y como continuaron haciendo lo mismo, hará como dos que llamé al 112, a la policía y a los servicios sociales… aún estoy esperando a que lleguen… en realidad, bien mirado, ya han venido, pero tarde.
Verónica está muerta e incluso así, en este trance, ha tenido que sufrir más que el resto de nosotros… caramba, mirad vuestras caras, esto es a lo que habéis venido ¿no?… a que os cuente lo de la droga esa rara de la que no paráis de hablar, ¿droga zombie la llamáis?… esa cosa a mí no me importa, lo importante es que por FJ no vinisteis ni un tercio, lo importante es que Verónica se ha suicidado, que la sociedad se la ha llevado por delante… con lo buena que era… aunque… lo que he visto hoy no era bondad si no que daba miedo, mucho miedo… menos mal que esos chicos son fuertes y han terminado con su sufrimiento, a pesar de que haya sido como ha sido… ya estaba muerta y entonces… ¿qué? ¿Qué si puedo empezar por el principio?
…
Bueno, hacía varios días que no veía entrar ni salir a nadie y hoy cuando salía a comprar he olido ese pútrido aroma que aún podéis apreciar, he llamado a Verónica por teléfono, he tocado el timbre hasta casi quemarlo y he aporreado la puerta. No he conseguido ninguna respuesta, pero he pensado que como podían ser mil cosas, mejor terminar mis recados e intentarlo otra vez después. Al volver, el hedor había aumentado y he decidido llamar a urgencias, tras unas horas han llegado dos sanitarios y un coche de policías. Estos últimos se han quedado en el rellano al borde de la entrada y el mal olor me ha dado ganas de vomitar y cuando he visto el cuerpo amarillento de Verónica, he llorado… después todo ha ocurrido muy rápido. Por lo que me han dicho y he podido ver, uno de los sanitarios llevaba una herida abierta en la mano y mientras le tomaban el pulso a Verónica… ha sido horrendo… una gota mínima de sangre ha caído en los labios de lo que parecía un cadáver y los sanitarios han gritado sorprendidos, “¡tiene pulso!”, y un minuto después uno se apartaba un poco a por una jeringuilla y el otro le hacía un masaje cardiaco… otro minuto después el que apretaba su pecho a gritado de dolor y… me entran nauseas al recordarlo… he visto como Verónica le… mpf, mpf, perdón…. he visto cómo le comía la cara, la masticaba y… no quiero pensar en ello… su compañero ha corrido a apartarle y luego ha salido al rellano y ha llamado a los guardas, yo ya me había escondido en casa.
En cuanto han subido los policías se han escuchado varios disparos y todo ha vuelto a la calma… ¿Qué?… ¿Qué si Verónica parecía un zombie? ¿Qué si tenía ganas de vengarse de la sociedad? ¿¡Qué si qué!?… ¡No insulten a los muertos! Y por favor, échense atrás que voy a cerrar la puerta.
Muy bien llevada la historia, manteniendo el suspense… sin poder dejar de leer hasta el final.
Desolador y macabro final, necesario???
Buenas Pura, primero, muchas gracias por leernos. Nos encanta que te haya gustado la historia.
Respecto a su final, sí que es necesario ya que son estas historias que cuenta El Contador de Historias, las que transformaron el mundo en el que viven. Y aunque aún no habéis leído casi nada de ese mundo, sí que es algo macabro y desolador.
Un mundo que se destruye? Puede ser, sí, ¿pero esa destrucción la produce casi exclusivamente la droga? Por otro lado, estoy seguro que incluso en ese proceso hay situaciones para el humor. Por lo demás estoy de acuerdo con quienes dicen que se han visto enganchados con el relato.
Hola de nuevo Enrique!
El mundo se destruye? Sí, pero no sólo por la droga… la droga lo único que hará es transformar un mundo como el de Verónica, que se está destruyendo a sí mismo por los abusos del sistema en todas sus facetas (desahucios, rescates bancarios pero no ciudadanos, desaparición de los derechos sociales,…), en un mundo apocalíptico. Aunque el final sea como es (quien quiera conocerlo que lo lea ;)) lo que más le importa al Contador de Historias es todo lo que le ocurre a Verónica antes, ahí ve el problema… pero me estoy adelantando, el Contador ya contará su opinión en el próximo capítulo 😉
Espero con gran interés el próximo capítulo, creo comprender el estilo literario que se usa, utilizando metáforas y crudeza de forma provocadora. Algo así como lo que hace Tarantino en el cine.
Gracias y adelante.
De nuevo muchas gracias Pura! Pero quizás compararnos con Tarantino nos quede grande… 😉
Esta chica, Verónica, me recuerda a los pacietes con síndrome de Angelman.
Buenas Pura! No conocíamos este síndrome, por eso hemos tenido que informarnos primero
https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADndrome_de_Angelman
Lo cierto es que Verónica no está basada en este síndrome pero sí que tiene muchas semejanzas. Nos encanta aprender de vosotros.
Mmm… Me gusta , seguiremos leyendo
Muchas gracias Amor!
Aunque siento decir que puede que se retrase un poco ya que el verano hará que tardemos un poco con las ilustraciones, aunque la historia ya está escrita 😉
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Vale…esperaremos . Del spam ni me habia enterado ( soy un desastre informatico)
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