Se resquebraja su alma como la tierra que le rodea. Terremotos de sentimientos rompen su interior en pedazos y los trozos se alejan, dejándole aislado. Navega ahora por las oscuridades de su inconsciencia, inconsistente y enajenada le mece durante unos instantes confusos pero tranquilos. Después abre los ojos, los adiestra a estas nuevas tonalidades, a esta nueva luz. Y se embriaga con la magnificencia de la escena, que a pesar de sus negativas consecuencias, no se puede tildar de otra cosa que bella, en su forma más primordial y destructiva. Llora ante lo increíble y a pesar de su resistencia, los párpados se cierran en su labor protectora e hidratante sobre sus ojos. ¿Adónde fueron nuestros héroes?
De nuevo ahora, abre su mirada a las maravillas que acaba de vislumbrar, pero tiene la sensación de que todo va a ser distinto esta vez. El lugar ha cambiado mudando a un ambiente más mundano, es el punto exacto donde todo ocurre, por el aire ve algo más. Islas flotantes cubren el cielo a su alrededor y él observa impasible las situación, ante la que no muestra sensibilidad alguna. Tan sólo calcula sus oportunidades con objetividad matemática y llega a la resolución de que debe obtener más información para tomar cualquier decisión. Marcha por lo que debiera ser tierra firme para percatarse de que no lo es, de que también está sobre otra isla flotante, y es entonces cuando fija su atención en el cielo. Al contrario de lo que podía esperar no tiene nada de la claridad de una mañana despejada de invierno, más bien se asemeja a la oscuridad brillante del universo que reflejan los grandes telescopios. Por raro que parezca, las nubes se mantienen nadando por el aire, aunque en esta revisión aérea se percata de que sus formas le son familiares.
Sus padres, su mujer, aquella gata con el rabo partido que le acompañó en su infancia, la casa donde vivió y las de los pueblos en los que veraneo, su antigua escuela, sus hermanos y sobrinos, sus más queridos amigos, aquella bicicleta que le hizo tan feliz; se esparcen en un tapiz de nubes esponjosas y definidas.
Diseminadas de forma independiente, con los contornos difuminados y de un tono amarillento descubre unas nuevas: Gollum y el anillo único, un Médico occidental jugando al ajedrez con un rey árabe, zombies amenazantes y cariñosos, un hippie trasnochado acompañado de un gordo veterano del Vietnam, superhéroes muy humanos y la máscara de V, el más divertido de los coetáneos de Jesús de Nazaret, replicantes con ovejas y por supuesto, todos los dados, cartas y meeples que podáis imaginaros. Hay muchas, muchísimas más, tantas que ni él puede identificarlas todas, divina imaginación, retazos de lo anterior.
Avanza hasta el borde de su isla y antes de resolver su capacidad para desplazarse a otra, distingue un último tipo de nube que parece seguirle en la distancia. De tormenta, oscuras y temperamentales, se agrupan constantemente haciéndose más grandes y dificultando también su distinción. Ahí aparece aquella gran bronca que casi puso fin a su matrimonio, deformada en esa esquina una silla de dentista, ese perfil parece aquel violento que trató de estropear su adolescencia. En otro cúmulo discierne un avión en la dirección equivocada, en el centro resalta un corazón roto que llora humo, y perdido en un borde la familiar ventana que en una época extrema le acogió en la más penosa decisión que jamás se atrevió a tomar. Todas ellas le rodean, le acompañan, pero él no siente nada.
Busca dos salidas: la de esta isla y la del sitio al completo. No entiende donde está y no le importa porque cómo no lo conoce, tan sólo le queda descubrir el lugar en su forma más simple, para actuar en consecuencia. Así que nada mejor que hallar la manera de visitar las otras islas. El suelo yermo y plano de donde está no le da ninguna herramienta, por lo que busca en el cielo. Ahí aprecia las difuminadas imágenes de un dragón oriental, un mono gigante y siete bolas de cristal entre las nubes color pajizo y justo detrás otra, pequeña y cómoda se le acerca poniéndose a su lado, como invitándole a subir, lo que hace tras las necesarias pruebas certificatorias de su seguridad y la nube se pone en marcha hasta el siguiente trozo de tierra flotante.
Nada más bajarse todos los nubarrones tormentosos que le seguían, se aposentan sobre su cabeza y los truenos retumban acechantes. El grita y llora al notar el suelo, y se arrodilla tapándose la cara con las manos. De su boca enmudecida surge una palabra, no es un grito, no es un quejido, no es una súplica, es todo a la vez:
Odio
Cada paso pesa un quintal, su cuerpo parece hormigón armado y todo se hace más difícil de lo que es:
¿Qué hago aquí? ¿Qué es este tétrico lugar? Y lo más importante ¿Cómo puedo escapar?
Mira la tormenta que le moja y la distancia, en apariencia insalvable, que le separa del resto de islas. La tristeza ha devorado sus recuerdos y su memoria no recuerda la nube que le ha traído:
No hay salida, voy a pasar la eternidad bajo la lluvia, aquí, perdido en ningún lugar y solo, como un apestado.
Pero de repente, un pequeño claro se forma entre la tormenta y observa uno de esos rostros esponjosos y blancos como la nata, de uno de sus seres queridos. Le da justas fuerzas como para arrastrarse por el suelo pedregoso y puntiagudo de esta isla, y llegar al límite de la misma. Ahí le espera esa nube pequeña que le trajo, pero antes de conseguir montarse a base de sacrificio, la rabia y la ira se hacen presentes durante unos minutos. Los pasa golpeando al aire con sus puños y revolcándose por la tierra, al contrario que el resto de acciones, estas no le cuestan esfuerzo alguno.
Después su transporte ya está en marcha hacia el siguiente destino y él nota como la pena y los miedos se escapan de su alma, cuanto más se aleja menos quedan. Hasta un punto del viaje, arribando al siguiente terreno, en que aprecia como las nubes de tormenta que antes cubrían el cielo y que creía haber dejado atrás, marchan de nuevo quedándose, al saltar sobre la nueva isla, a una distancia amenazante, aunque suficiente. Aquí ya no está chipiado y el cielo no se oscurece a su llegada, hay una luz cálida de un sol que no se ve y el suelo brilla con las briznas de hierba. Árboles y flores cubren la superficie, todo su ser canta de alegría y felicidad. No existe lugar más bonito, tan precioso le parece que ni recuerda al odio extendiéndose por su corazón de antes, las tormentosas nubes rugen en la lejanía para que no lo olvide. Ahora corretea entre los troncos macizos y rugosos, huele las flores agachado, rosas, rojas, verdes, azules y amarillas puntean el prado en un arcoíris vegetal en el que se regocija:
¡Cuánta belleza! ¡Y toda para mí! ¿Quién querría marcharse de aquí?
Se tira en el suelo boca arriba y observa el cielo, hay algunas nubes, en ellas se representan muchas de las personas que ha querido a lo largo de su vida, como aquella que le ha salvado en la anterior isla. En la mejor compañía posible, con la temperatura perfecta y cómodo como nunca sobre la hierba, el gozo le rebosa en forma de suspiro que se escapa susurrando:
Amor
Tanta alegría acompañado por quienes tanto estima, minutos que pasan y pasan sin percatarse del tiempo transcurrido, pero que terminan perdiendo el sentido ya que, ¿qué es la felicidad sin su contrario? Tan sólo monotonía:
Aunque estoy con ellos, no lo estoy, les echo de menos, me encantaría hablarles
Las nubes de tormenta retornan, se quedan al borde del hermoso cacho de tierra y cuanto más extraña a sus seres queridos, más espacio ocupan. Pero de repente se pone de pie con energía y una sonrisa:
Bueno, para volver con ellos sólo tengo que salir de aquí, fácil
Y la amenaza de la tristeza se aleja y empequeñece, pero nunca desaparece. Pasea sin dificultades, parsimonioso, hasta los límites de este verano eterno y monta sobre su vehículo particular, que aquí más que nunca, parece esponjoso merengue. Mientras parte hacia la última isla, con sus manos golpeando sus muslos, sigue el ritmo de una canción que sólo él oye:
Veo y toco, pero… ¿dónde está el sonido? ¿y el olor? Aquí únicamente hay recuerdos, recuerdos e ideas
No tiene tiempo para desarrollar más su pensamiento porque, cuanto más se acerca su nube al nuevo islote, más se difumina, como si se desdibujara, perdiendo ese contorno que le daba su apariencia mullida y ganando un tono amarillento. Ante el temor de caer al vacío, no le queda otra que saltar a tierra. Pero no calcula bien la distancia y queda colgando por la cintura, con el torso sobre el suelo y con las piernas suspendidas en la nada. Cuando comienza a resbalar su futuro no parece halagüeño, al final sí va a salir de aquí, aunque no como él quiere, sin ningún control:
¡Así no!
En ese momento varios escalones surgen bajo sus pies y entre sus manos, barandillas donde se agarra. Y unos segundos después todo el conjunto se ha conformado en una escalera mecánica de piedra, totalmente funcional que le eleva hasta el suelo y se calma. Su respiración todavía refleja la tensión vivida cuando mira atrás, y aparte de ver como la escalera vuelve a su forma anterior, observa en la lejanía como, tanto las alegres nubes veraniegas, como las tristes tormentosas, se arriman a la nueva isla flotante.
Rápidamente se olvida de ellas y avanza hasta el punto medio de la isla, a su alrededor no hay nada pero él lo ve todo. Mueve sus manos formando una circunferencia y enfrente se forma una esfera surgida de la roca de la isla, se concentra y la esfera es una pelota de plástico que rebota por el suelo hasta que decide patearla y vuela, vuela y desaparece.
Se aposenta, respira y vuelve a meditar, todo en calma y en silencio, pareciera que el Tiempo hubiera abandonado esta dimensión. Él ni tan siquiera respira, no lo necesita. Sin embargo llega un punto en el que el ambiente parece vibrar:
Es como plastilina
Toda la isla se retuerce transformándose por completo.
Que amoldo con mi imaginación
Y de repente vuelve a estar en casa con su mujer, tienen celebración, así que también está su familia y sus amigos.
Al fin os encuentro, os he echado tanto de menos, quería abrazaros, hablaros, deciros que os quiero
Pero nada de eso es real, lo nota aunque cuando les toca, toca carne y piel, lo nota aunque cuando les habla le responden, lo nota aunque el dulzor de la tarta avive su hambre y lo nota aunque esa canción que suena, su favorita, incite a sus piernas a bailar. Él lo ha creado, lo sabe, y tan rápido cómo se formó, todo vuelve a su forma de isla original:
¿Cómo salgo de aquí de verdad?
La sencillez se hace idea en su mente y enfrente suyo crea una puerta, sobre ella resalta un cartel luminoso:
ADIV
Un paso, dos pasos, mano en el pomo, empuja, tres pasos, cuatro, luz cegadora, pitidos, cinco pasos, seis, siete, conversaciones, carritos rodando, ocho pasos, olor aséptico, nueve pasos, medicina, diez pasos, hospital.
Él abre los ojos y un enfermero grita:
¡Aquí, rápido! Se ha despertado del coma
Y es a partir de este punto desde donde podéis continuar la historia, de la forma que queráis, no sólo en relación al argumento (olvidaros de la censura) si no en la forma. Aquí os dejo los métodos por los que podéis participar:
- Mandando la continuación de la historia al correo electrónico: seriejuegoelcontadordhistorias@gmail.com
- Escribiendo en los comentarios la continuación, que luego pasaré a las web.
Por supuesto la autoría está más que garantizada y el contenido de toda la página y sus contenidos están bajo una Licencia Creative Commons que protegerá vuestro trabajo. Además me comprometo a editar tan sólo de manera formal vuestros textos y a repasar sólo las faltas ortográficas, porque aquí lo divertido será crear entre todos una historia compartiendo nuestra imaginación. Pero bueno, siempre hay que empezar por el principio. Pero bueno, siempre hay que empezar por el principio.
No os cortéis en participar, ya sea con una sóla frase o con una parrafada, estamos abiertos a todas vuestras ideas 🙂
Todavía con la emoción suspendida en la piel, provocada por tus nubes y tus islas, me arriesgo a comunicarte mis sensaciones……
Escribes de una manera tan sugerente que toca el alma, el corazón y las vísceras, nos llevas contigo hacia dónde vas, seguimos tu devenir, tus miedos, tus alegrías…… Eres capaz de comunicar y hacer sentir. Sin decir explícitamente nada, lo dices todo.
El final es magnífico.!!!!!!
Me gustaría engancharte y abrazarte y llorar y reír contigo, y dejar que la vida siga en toda su plenitud y complejidad. Ya sabes…… Un abrazo, «gordo».
Simplemente no sé que decir, me he sonrojado mucho 🙂 Muchas gracias.