Las redes sociales no son la realidad 2


Las redes sociales no son un reflejo de la sociedad aunque sí que trasforman las opiniones de sus miembros en estos aciagos días, cuando la verdad no importa. Con la complicidad descarada y sin complejos de unos medios de comunicación que tratan cómo noticia el tweet de algún idiota, probablemente de su misma línea de pensamiento. Cómo sólo son un negocio (nada del cuarto poder) estas “noticias” salen muy rentables, reproduce la sandez, coméntala y disfruta de los ratings/retweets/me gustas a cascoporro. Viralidad sin esfuerzo que se regalan unos a otros, que aunque parezcan no conocerse, comparten algo más que la opinión. Algunos me diréis conspiranóico, pero es un hecho innegable (podéis comprobarlo como hice yo) que los perfiles con más público en redes sociales de entre retrógrados y neoliberales publican los mismo mensajes con casi las mismas palabras y casi a la misma hora; pareciera que todos han recibido el mismo briefing sobre el tema del día que se quiera de tendencia, pareciera que repetir dichas palabras sea una de la indicaciones. Así funcionan los partidos políticos, así funcionan las empresas, así funciona el mundo; repitiendo en busca de una verdad que falsee la realidad.

Informes diarios con resultados de ayer, órdenes para hoy sobre oportunidades futuras.

Otro de los detalles más llamativos de estas cuentas de neoliberales retrógrados que han logrado viralidad es que son cuentas muy supeditadas al clientelismo (existente desde hace mucho tiempo en redes), del yo te sigo si tú me sigues. Algo que se puede hacer de forma orgánica, los dos pensamos parecido o muy distinto y nos seguimos para apoyarnos o para reprobarnos; de forma directa mediante la petición de seguidores (con promesa de contraprestación o no); de forma casual al simplemente darse el caso; o se pueda organizar una red de seguidores, reales o bots, con la que transformar cuentas normalitas en multitudinarias, gracias a aumentos de seguidores en picos puntuales que se escapan a sus tendencias habituales. Es decir, es muy anormal que un perfil en redes sociales de alguien que se suponga un ciudadano más, reciba en una semana 100 o 200 seguidores nuevos cuando lo normal eran 10 o 20. Sobre este tema existen estudios universitarios que ya me tuve que empollar pero que no voy a colgar aquí por pura pereza ante la idea de ponerme a rebuscar entre los apuntes. ¿Además quién soy yo para educar a nadie?

Otro de los puntos que suelen indicar que se forma parte de estas redes clientelares, son los perfiles que a pesar de ser virales, tienen una proporción muy cercana al 1:1 entre número de seguidores y número de personas a las que siguen. Este baremo es mucho menos concluyente que lo anterior, pero la teoría dice que si realmente tienes una voz en internet y ésta ha surgido de forma más o menos “natural”, deberías tener muchos más seguidores que personas seguidas. Aunque ya os digo que esto es en teoría y en teoría funciona hasta el libre mercado. Eso sí, por muchas dudas que puedan ofreceros estos detalles, es de sobra conocido (o debería serlo) que lo que os he relatado fue una táctica que utilizó Cambridge Analytica, redes clientelares y en varios casos con bots incluidos, además de las archiconocidas fake news y los “medios” digitales creados exprofeso para difundirlas.

redes sociales cambridge analytica

Las redes sociales no son la realidad, aunque sí que están demostrando ser la herramienta ideal para manejar a sus miembros. Siendo cómo son un medio de comunicación no se puede decir que nada de lo que allí pase sea nuevo, no voy a poner el típico ejemplo del nazismo, pero desde el inicio de la Historia se ha manipulado la narrativa para engañar a las masas por parte de las religiones, los gobernantes de turno o las grandes empresas y poderes económicos sin ir más lejos. La novedad y lo más peligroso es que antes, el emisor, lanzaba su mensaje con un conocimiento limitado de sus receptores y ahora, al receptor, sólo le llegan mensajes que cumplen con sus gustos e inquietudes, pues así aparecen en las innumerables bases de datos, de nuestros datos, que se compran y venden al mejor postor sin vergüenza alguna y con todo el ánimo de lucro posible.

Yo acepto esta contraprestación gracias a la cual obtengo servicios “gratis”, pero yo conozco Internet, sé en qué se traduce esta segmentación y sé que es útil en publicidad; pero cuando este entramado se deja de utilizar en la compra-venta de bienes y servicios de forma honrada, para venderte valores personales, ideologías políticas y fake news, pasa a ser propaganda y la propaganda es muy peligrosa, nubla el juicio. Si a esto le añadimos que hay mucha gente que todavía no conoce cómo funciona la red y que todas estas campañas se realizan a base de talonarios, un gasto mensual más en una campaña de marketing y en la actualidad, como demuestran desde Trump y Bolsonaro hasta el Brexit y Ayuso, son muy rentables.

Las redes sociales no son la realidad pero sí que nos afectan: burbujas digitales donde expulsamos cualquier atisbo de desagrado nos hacen más ariscos con el adversario, mejor dicho, con el que piensa diferente. También se crean otras burbujas, de grupo, donde la impunidad del anonimato y la aparición de agentes políticos y de “información” que se autodenominan la incorrección política sin serlo, han generalizado mensajes que algunos creían superados o al menos, reducidos a grupúsculos residuales, y se sueltan sin temor ninguno a represalias. Para cualquiera que niegue que el racismo, el machismo o la homofobia están en auge en redes sociales simplemente existen estas tres opciones: o es incapaz de ver o no quiere ver o directamente es machista, racista u homofóbico.

… Meses después encuentro tiempo para terminar el texto, mucho tiempo sin escribir han hecho mella…

redes sociales neoliberales

Todas estos mensajes despreciables se han generalizado debido a la nueva cultura de la sinvergonzonería existente actualmente, que comenzó con todos los casos de corrupción del PPSOE, M. Rajoy y sus ridículas defensas aceptadas por los jueces, casualmente de su cuerda, y que se ha transformado en estos más de diez años, en la aparición del partido verde que ya no se esfuerza en ocultar sus fanatismos que básicamente reflejan sus miedos y sobre todo, los miedos de sus votantes ante la transformación de la sociedad: mujeres levantando la voz, inmigrantes y refugiados levantando la voz, el movimiento LGTBI+ levantando la voz y familiares de asesinados por el franquismo pidiendo justicia. Frente a esto han surgido los dirigentes de este antiguo partido político (que VOX ya llevaba tiempo comiéndose roscos en las elecciones), ex miembros del PP que salieron del partido original que ahora se dedica a copiar las burdas e inmorales estrategias de su hermano pequeño. Ese que quiere ir de antisistema y que utiliza todo el apoyo mediático que recibe para soltar soflamas y memeces reforzadas por mentiras y noticias falsas sustentadas por su seguimiento en redes sociales (algo que no valida nada a pesar de que muchos “periodistas” quieran que así sea). Esto último organizado por empresas de marketing/soluciones completas como la ya mencionada Cambridge Analytica y pagado por entes ajenos a esta nación que tanto dicen amar (Yunque, organizaciones Alt-Right, terroristas iraníes…). Así pues se venden como unas momias que defienden una bandera, como si fuese sólo suya, y unos principios que literalmente están contra los derechos humanos, esos que se suponen de obligado cumplimiento; y lo peor es muchos de los que les apoyan y votan no tienen idea o no quieren tenerla, porque siempre lo dejan claro en sus propuestas económicas, que este partido es en esencia un conjunto de ricos con apellidos compuestos y extranjeros que vienen a defender a su ralea desmantelando el Estado que debería proteger a los ciudadanos (como ha demostrado la pandemia) y que les ataca con impuestos… dejadme que me ría con esta frase ridícula. En Vox se han dedicado a perfeccionar la estrategia típica de la derecha española de apropiarse de símbolos comunes y blandirlos contra el resto pero con ese toque demencial, distópico y mezquino que tanto ha triunfado con los Trump, Bolsonaro o el Brexit. Y que ahora imita el PP con Ayuso a la cabeza. Todos ellos con grandes resultados políticos y que por mucho racismo, homofobia y machismo que defiendan, son triunfos incontestables que dan miedo y asco a la vez, basados en mentiras, demagogia e hipocresía. Mentiras difundidas como he explicado al inicio, mediante redes sociales que serían bastante inocuas sin el apoyo de los mass media y de la justicia (Bolsonaro metiendo a Lula en la cárcel, a quien tuvieron que sacar a pesar de que lograron que no se presentara a las elecciones, por poner un ejemplo).

Aunque yo venía a hablar de comunicación y de cómo las redes sociales no son la realidad, a pesar de que la pueden transformar con el contexto y el dinero suficientes y espero que haya quedado explicado más bien que mal en este articulillo.

redes sociales bienvenidos

Dos cuestiones personales para terminar: si notáis cierto desorden en el texto se debe a que el nacimiento de mi hijo y el estudio constante no me han permitido terminarlo hasta ahora, meses después de empezarlo, y la segunda, para que una opinión tenga cierta validez, ha de ir acompañada de datos que no puedo permitirme (por tiempo), así que voy a utilizar la baza de mis estudios ya que mis dos carreras y sobre todo mis dos masters, me “hicieron” especialista en recuperación y selección de información y documentación digital, además de en marketing digital, es decir, este texto habría que tomarlo como un argumento de autoridad (lo digo y me quedo tan ancho :D).


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2 ideas sobre “Las redes sociales no son la realidad

  • P

    Te puedes quedar ancho y más! Creo que es una reflexión interesante, actual y sabía de la situación actual de las redes y sus usos.
    Debería de formarse mejor a los ciudadanos para disminuir el poder de las redes sobre ellos.
    Gracias.

    • Jorge Bernad Ochoa Autor

      Gracias a tí. Sí que es imprescindible enseñar y querer aprender el funcionamiento real de las redes sociales. Además de reconocer las estrategias chabacanas, que con muy poco disimulo escupen en nuestras caras.