Helios Ra Sunshine subió al ascensor con la mirada perdida y en la cabeza, la cena que le esperaba en su casa. Vivía en el edificio Dakota, piso 31.
Helios Ra odiaba a sus padres desde que tuvo la edad para recibir las burlas por su extraño nombre, siempre había pensado que le habían puesto un nombre ridículo y nunca los entendió. Puede que nosotros nos aclaremos mejor si recordamos algo que el borró de su memoria hace muchos años. Fue concebido, parido y criado hasta los dos años en una comuna mezcla de pensamiento hippie y funcionamiento de secta, en donde adoraban al sol como creador del mundo. De ahí su nombre compuesto de Helios y Ra, personificaciones del Sol en Grecia y en Egipto respectivamente.
Helios Ra subió al ascensor que, como siempre que llegaba del trabajo, estaba repleto de gente. Enlatados como estaban sólo veían al resto cual molestos cachos de carne que les imposibilitaban su comodidad. Nadie se saludaba ni se hablaba, él entró el último.
Helios Ra subió al ascensor, estaban en el garaje 6, sexta planta por debajo del suelo, lo más cerca que se puede estar del infierno. Le quedaban cerca de 40 pisos para poder cenar… mira que ponerme este nombre, es ridículo… con este nombre no me van a ofrecer nunca formar parte de consejo de accionistas… Helios Ra era un exitoso bróker, desde hacía 15 años vivía entre acciones, OPAS, chivatazos, mentiras y puñaladas por la espalda. Había visto y vivido mucho y no siempre había actuado con honradez, de hecho, muchas veces parecía más un ladrón que un corredor de bolsa, aunque nunca se sentía culpable por ello, no tenía razones, porque en realidad, ¿cuál es la diferencia? Claro que eso le había granjeado muchos enemigos pero a alguien como él, que había llegado casi a lo más alto, no le quitaba el sueño ¿Qué le podían hacer? Era muy cuidadoso con sus asuntos turbios, los tenía bien protegidos y se cubría mucho más que el resto. Además era de las personas más importantes e influyentes de Wall Street, ¿Quién podría, siquiera imaginar, ir a por él?
Helios Ra estaba ya en su medio metro cuadrado de ascensor y detrás de él las puertas comenzaban a cerrarse cuando una mano grande, no, grande es poco, una mano enorme, como de un cíclope gigante griego, las volvió a abrir. En frente de todos los ocupantes del ascensor apareció una mole de casi dos metros, con la mandíbula muy prominente y con un parche en el ojo. De veras, esa era su imagen y claro, no inspiraba ninguna confianza. No obstante, los ocupantes tan sólo le observaron como una molestia más, mucho más grande sí, pero sólo una molestia. Todos ellos, corderos del sistema, ricos y triunfadores, pensaban lo mismo, como siempre con egoísmo, lo voy a pasar mal hasta llegar a casa, y lo cierto es que el espacio libre que quedaba era reducido y el cíclope lo estaba teniendo difícil para entrar. En cuanto se ganó su espacio, el resto resopló.
Helios Ra ascendía a toda velocidad hasta el primer piso, después al segundo, a continuación el tercero y así hasta que en el piso quince se quedaron solos los dos, el cíclope y nuestro hijo del sol. A lo largo de la ascensión el gigante no había soltado el móvil, y aunque llevaba varios intentos, hasta se le oyó dejar un mensaje en un contestador, no había marcado más que un número. En un instante de raciocinio pasajero, el gigantón recordó algo muy importante y ya en el piso veintidós, marcó otro número de teléfono. Helios Ra también continuaba en el ascensor, era el único problema de vivir en los pisos más caros del edificio Dakota, que son los más altos. De repente le sonó el móvil y el cíclope se le quedó mirando con su único ojo, abierto de tal forma que casi se podía ver la cuenca de la que se estaba saliendo.
Helios Ra está dentro del ascensor, con el tuerto mirándole de arriba abajo y contesta al móvil, le cuelgan. El cíclope cuelga a la par y le dice con la frialdad más sorprendente, ¿Helios Ra Sunshine? He venido a matarte. Le agarra del cuello con su enorme mano, que ahora está cubierta por un guante de piel negra muy áspera, parece lija. Pero la mano le está agarrando sin mucha fuerza, sólo le retiene. ¿Helios Ra Sunshine?, le sigue preguntando el nombre, aunque no tiene duda de que es él. Pareciera que lo hiciese porque no se creyese que fuera de verdad o porque le parece gracioso, es imposible distinguir nada en esa inexpresiva cara. Tenemos que ir primero a tu piso. No grites.
Helios Ra sale del ascensor seguido de su futuro asesino y abre la puerta de su casa, era como una mansión pero en un piso 31 y en mitad de Nueva York. No tenía paredes que dieran al exterior, todo ventanal, todo exterior. En la entrada hay un teléfono y un contestador.
¿Helios Ra Sunshine?, esta vez el gigante monocular se sonríe. Sí, se está mofando de su nombre. Borra los mensajes, le ordena y después le reconoce, te había dejado uno para tenderte una trampa pero todo ha sido mucho más fácil. Helios Ra Sunshine borra los mensajes y antes de que pueda levantar la cabeza, esta cae por el suelo.
Sí que están afiladas las catanas, piensa el asesino al que todos llamaban Moonlight, y con una sonrisa en la boca se va del piso. Cierra la puerta con su enorme mano aún cubierta por los guantes y entra de nuevo en el ascensor. Moonlight desciende contento y entre carcajadas que no puede controlar, comenta en alto aunque nadie haya con él:
¿Helios Ra Sunshine? Que nombre más ridículo….
Autor: Joaquim de Tirada de Dados
5:26 AM. Los primeros rayos de sol golpean el edificio Dakota, New York amanece sin saber qué ha sucedido en el piso 31. La ciudad va despertando a medida que la luz recorre la fachada del edificio. Tendido en la moqueta se encuentra inerte el cuerpo sin cabeza de Helios Ra, esta fue a parar debajo de la mesita del hall, la sangre ha convertido la moqueta blanca en un cartón piedra de un tono burdeos.
Quién le iba a decir a Helios Ra, el cual había ido a una exposición días antes de Vincent Castiglia, quien pinta cuadros con su sangre, que él también usaría esa técnica aunque de forma involuntaria e inexperta. En aquella ocasión los cuadros le gustaron lo mismo que la resolución del suyo. A Helios Ra le importaba muy poco todo lo que no fuera relacionado con su trabajo, así que contrató a Brad Ford, interiorista refutado, para el diseño del piso. La moda minimalista azotaba la ciudad en esa época, una moqueta blanca cubría toda la estancia y los pocos muebles que componían el espacio, rompían la escena virginal con su color negro acristalado. Los espejos colocados estratégicamente hacían reflejar los rayos solares durante todo el día, cosa que le agradecería eternamente.
La luz empezaba a entrar en el piso 31 del edificio Dakota, la temperatura aún fría comenzaba a subir, esa noche no le dio tiempo a poner el termostato, ¡todo sucedió tan rápido!, nunca había imaginado acabar de aquella manera, en vida ni siquiera se le pasaba por la cabeza tener ni un pequeño hurto, con lo que ni por asomo había preparado un plan anti-atraco o en este caso anti-ejecución.
El Sol cada vez más alto sobre la ciudad entra poco a poco en el piso de Helios Ra y los espejos comienzan a hacer su función y reflejan su luz por casi toda la estancia, el calorcito empieza a hacerse notar. A media mañana casi todo el piso se encuentra iluminado y a unos 20 grados de temperatura pero, cuando los rayos inciden en la moqueta manchada, todo cambia de golpe. La estancia se ilumina de tal manera que parecía que hubiera una estrella dentro.
La calle 72 se ha paralizado por la luz que salía del piso 31 del edificio Dakota, nadie daba crédito a lo que veían sus ojos. La circulación está cortada por las personas que empiezan a agolparse enfrente de la escena, nadie había visto nunca nada igual ni sabían cómo reaccionar. Solo podían quedarse quietos mirando como la luz desprendida de las ventanas les emocionaba sin darse cuenta. Los rayos surgidos del edificio emitían un sonido imperceptible al oído humano, aunque sí a nivel sensorial, las personas allí presentes comenzaron a sentir la pena más grande que pudieran imaginar, como si la muerte de un hijo les hubiera acaecido en ese preciso instante. La buena gente neoyorquina, empatizando con una luz y un sentimiento sensorial, empezaron a llorar al unísono, abrazándose y consolándose unos a otros, todo aquel que se acercaba a la escena caía en las redes de la pena y la desolación.
Y es a partir de este punto desde donde podéis continuar la historia, de la forma que queráis, no sólo en relación al argumento (olvidaros de la censura) si no en la forma. Aquí os dejo los métodos por los que podéis participar:
- Mandando la continuación de la historia al correo electrónico: seriejuegoelcontadordhistorias@gmail.com
- Escribiendo en los comentarios la continuación, que luego pasaré a las web.
Por supuesto la autoría está más que garantizada y el contenido de toda la página y sus contenidos están bajo una Licencia Creative Commons que protegerá vuestro trabajo. Además me comprometo a editar tan sólo de manera formal vuestros textos y a repasar sólo las faltas ortográficas, porque aquí lo divertido será crear entre todos una historia compartiendo nuestra imaginación. Pero bueno, siempre hay que empezar por el principio. Pero bueno, siempre hay que empezar por el principio.
No os cortéis en participar, ya sea con una sóla frase o con una parrafada, estamos abiertos a todas vuestras ideas 🙂