Egoísmo


Son entes independientes, se relacionan sin conciencia del otro y casi sin empatía, no hay maldad pero tampoco bondad como tal, sólo son y están y miran por sí mismos. Quizás el egoísmo sí que está en ellos aunque eso es normal, pues quieras o no, la generosidad es mucho más difícil, más compleja y requiere de algo de raciocinio; por su parte el egoísmo no es más que un pensamiento simple y burdo, muy burdo, fácil de aceptar y de dejarse llevar por él. Por eso los niños en su infancia iniciática y más pura gustan del egoísmo, es sencillo de asimilar ya que el resultado es beneficioso para ellos: se quedan con la muñeca o el coche o el globo o el tobogán o lo que sea que hace tres minutos no querían pero que ahora, al ver disfrutar al otro, lo ansían con todas sus fuerzas.

Aunque parezca una justificación del egoísmo intrínseco de las personas, nada más lejos de la realidad. Lo importante es comprobar como el ser humano sí que nace con instintos de todo tipo (no entraré en cómo el sistema actual se centra sólo en unos pocos), lo que nos diferencia del resto de animales, sin desmerecerlos, es que somos capaces de controlarlos, redirigirlos en beneficio del bien común y la convivencia (algo imprescindible para nuestra supervivencia como especie); algo que la Historia ha mostrado las contadas veces en que sus decisiones han ido dirigidas en favor del bienestar global. El problema es que la mayoría del tiempo la población sobre el planeta baila al son de los mismos marionetistas que sustentan a los gobernantes, algo que también ha quedado registrado en la Historia y que como en tantos otros casos de problemas entre humanos adultos, proviene del egoísmo exaltado y la falta de empatía (casi sinónimos) en estas edades.        

Por ello en la madurez el egoísmo es más rentable que moral. Porque vivimos en un mundo en el que a pesar de que es imposible funcionar fuera de la sociedad (salvo excepciones: dioses o monstruos como dijo Aristóteles), los que sí viven alejados de ella son los que toman las decisiones de la propia sociedad gracias a los medios y al control político, esos que mediante el poder económico ejercen las mayores muestras de egoísmo, esos que a través de la legislación nos deshumanizan, justificando sus medidas al considerar a las personas tan sólo como otra variable más en sus presupuestos (es el mercado amigo). Pero para disculpar su mezquindad de cara a esa mayoría frente a la que no tiene pizca de empatía aunque les sea imprescindible para mantenerse en la punta de la pirámide (¿dónde descansaría esa cima si no?), ha modelado una sociedad en la que el mensaje preponderante es el egoísmo más puro y ese es el más preocupante, el actual, inculcado a todas las capas de la población desde la educación, la cultura y la información. Y es así de preocupante porque es el que va en contra de la propia especie, de la propia humanidad, la que ha avanzado siempre gracias a la colaboración entre sus individuos, pues físicamente nunca fuimos competencia para un dientes de sable o un mamut.  

El egoísmo en la vejez es diferente porque, aunque se desarrolle, tiene cierta excusa. Si has estado toda la vida ejerciendo la buena educación, si has sido buena persona, a lo mejor ya te es hora tener un poco de espacio propio, de mirar por ti mismo, pues con la edad surgen nuevas necesidades además del hándicap físico propio del paso de los años. La época de decadencia dorada es una en la que ya no es tu momento de seguir dando, quizás es el egoísmo más justificado y que menos queremos aceptar ya que esto nos lleva a aceptar una realidad más jodida, nos hacemos viejos. De nuevo parece que vuelvo a justificar el egoísmo de una manera indirecta, las circunstancias lo fundamentan, pero no es así, lo que digo es que llega un momento en el que ya tienes todo el derecho a relajarte y que si hasta entonces has cumplido con la buena educación, probablemente seguirás manteniendo un mínimo en línea con lo que ya hiciste; por eso los que en el momento álgido de su vida eran egoístas y maleducados, por norma general, no irán a mejor. ¿Pero por qué insisto tanto en unir los conceptos de buena educación y egoísmo?

Porque hay una relación directa entre la buena educación y la falta de egoísmo, para tener buena educación (global, no sólo con los cercanos) es imprescindible tener empatía y librarte de buena parte de tu egoísmo mezquino. No puedes ceder un asiento en el autobús si no ves la necesidad del otro, del anciano con gayata, del padre con el cochecito de bebé, del joven con muletas o de la mujer embarazada. Como tampoco puedes entender, si te dejas llevar por el egoísmo imperante y la falta de empatía, la importancia de la redistribución de la riqueza, ni la necesidad de sanidad y educación pública para el que menos tiene y aún menos comprender las penurias del que en este sistema, no tiene los medios económicos que tú sí. 

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