Capítulo 15. La Historia de Malik y Omar (IV)


Campamento refugiados sáhara occidental en arso.orgPues le conté que iba en tu busca y al parecerle sincero (más tarde me reconoció que de no habérselo parecido, me habría matado allí mismo) simpatizó con lo que el calificó de misión suicida y, en este punto, guardó el arma y se sentó sobre una piedra cercana a las brasas, ofreciéndome otra enfrente. Recogí lo que había tirado antes al suelo y se lo devolví mientras cumplía sus órdenes. Reinició la conversación con otra pregunta.

“¿Al menos sabes dónde está, no Malik?”

“Sé por dónde empezar, en un pueblo de Teruel alejado de todo, a salvo… seguro”

“¿Y cómo vas a llegar hasta ahí? Ya sabrás que un mar te separa todavía del inicio de tu verdadera búsqueda…”

“Seguiré improvisando como hasta ahora…”

Una sonrisa burlona apareció en la cara de mi nuevo compañero, se levantó y con un gesto me indicó que le siguiera hasta el borde de la cima, cosa que hice. Desde ahí se podía observar en toda su extensión el enorme asentamiento que habían conformado todos los huidos del antiguo mundo occidental que no habían podido cruzar la frontera, sacó unos prismáticos y me los ofreció para que viera la desesperación y el miedo en esa nueva ciudad de plástico.

“Todos ellos han improvisado como tú… y les ha ido bien… los que improvisaron y les fue mal están bajo tierra o bajo el control del MDVP… ¿Quieres correr la misma suerte?”

Negué con la cabeza sin apartar los ojos de los prismáticos y él continuó hablando.

“Mira, podríamos ayudarnos el uno al otro… yo antes era mercenario y tras tantos horrores vividos sabía que el fin del mundo estaba cerca y me dediqué a crear unos cuantos refugios por la Península… ¿Qué te parece si yo te ayudo a encontrar a Omar y tú a mí con los refugios?”

Mientras él hablaba yo seguía absorto con lo que ocurría entre los refugiados, al principio eran nimiedades hasta que vi a un grupo de unas 20 personas, todas uniformadas con viejos trajes de la policía nacional y de la guardia civil que se acercaban a la entrada de la frontera. Pero antes de llegar a ella había que superar una valla metálica con concertinas en la parte superior, protegiéndola. Todos ellos comenzaron a escalarla, desde el otro lado les avisaban de que si no se bajaban tendrían que disparar, pero esto no parecía importarles a estas antiguas fuerzas la ley y el orden hasta que pusieron sus manos en las concertinas, donde empezaron a cortarse y a sangrar, convenciendo a los que aún no habían subido hasta ese punto, de que no les siguieran.
Todos salvo uno se rindieron, y ese uno, que ya había soportado mucho dolor y que había conseguido llegar al al otro lado de la valla, a esas alturas sólo quería tirarse al lado prohibido porque era más fácil y rápido, pero ántes recibió un disparo sin más advertencia que un, “si en un minuto no estás en tu sitio, abriremos fuego”.

Le devolví los prismáticos al antiguo mercenario y le respondí.

“Por supuesto que colaboraré contigo…”

“Pero hay una regla que nunca podrás romper, Malik: debes acatar mis órdenes sin rechistar, si lo haces sobreviviremos los dos gracias a mi experiencia…”

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